MEDIANOCHECLARA

MEDIANOCHECLARA

miércoles, 14 de diciembre de 2011

ENERGÍA

La energía de aquello no existe, solo es un encantamiento que pronto llegara a su fin, los privilegios se cierran fácil, y en cada boca hay un cangrejo fumándose el estomago del pobre hambriento, que busca y rebusca en la basura su jornal.
Podemos ganar premios, participando de la dejadez humana, podemos ser nobles envueltos en papel de seda, pero nunca se sabrá como elegimos ser lo que somos, las condiciones temporales seguirán por un tiempo hasta que se parta la torta gusaneada, y cada gusano dispare por la senda más cercana a esconderse, del poderío que intensamente recorrerán los caminos hasta alcanzarlos pisándolos en un rincón con alevosía.
Aquello no es real, es solo una gran cáscara mezclada con mermeladas de varias especies y colores, los resultados están a la vista, las diferencias se tocan, se palpan y aflora el odio e impacta deshojando mariposas, y escrachando esas historias contadas al revés sin prejuicio, ni orden.
Que es lo que la energía nos presenta, donde podemos ver ese mapa bien reglamentado, líneas finamente delicadas, sin cruces desprolijos; no hay positividad en éste entuerto,  no se puede compartir ni con el viento del oeste, ni con la fractura lunar, probablemente el capitán de aquel extraño equipo, se estresó en medio de pacífico, hundió su barco, y las margaritas territoriales, no se distinguen en medio de la basura que trae el viento de los pobres.
Nada es verdad, ni el silencio del ave fénix, ni la suculenta comida del rey león, todo se extingue en la niebla del desamor entre hermanos generacionales.
No busquen mas fósiles, ya tenemos montones de ello sin quemar, debemos movilizar las piedras hacer una gran hoguera para descartar la basura en su holló encendido, y que su ceniza se deteriore entre la brisa, dejándola adherida a los que aún no comprendieron cual será su fin.


Queridos lectores, quizás esta muy cerrado el texto, y puede que sin querer lo dejara así, creyendo que todos deberían pensar como yo,
hablo de la energía humana, que injusta mente envanecida dispara sin razón para cualquier lado sin encontrar lo que busca, el alma, el espíritu que esta muy alejado de lo material.


viernes, 9 de diciembre de 2011

PENSAMIENTOS DE UNA TARDE

A lo lejos del pensamiento hay un camino transitado que nos habla del pasado, nos inquieta este presente.
Allí, hace un tiempo largo existía un canto de sirena, la voz del silencio no existía, todo tenía movimiento y vida.
Recuerdos sin resurrección, deseos incumplidos, muertos, de quienes fueron aquellos cuentos que renacían cada noche. 
Una gala de sensaciones y colores, personajes increíbles danzando en nuestros sueños y andanzas, que fue lo que paso en aquel tiempo.
Donde se fueron los pájaros silbadores, los arboles habladores, y sus frutos, dónde están las hadas los nomos.
Que fue de aquellos corceles valientes, príncipes azules, princesas bellísimas, hadas encantadas, y juguetes de madera.
No sería hermoso volver un día al ayer, recobrar los sueños, los sentimientos, y el calor humano tan preciado y entrañable.
La vida continúa, nosotros seguimos su continuidad, las hojas van pasando de prisa, acompañemos y valoremos la vida en su totalidad.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

HORTENSIA Y ARTURO

HORTENSIA Y ARTURO

Un barco partía, en la profundidad del mar un pequeño ser latía emocionado, sabía que siguiendo la estela de esta gran mole llegaría al lugar indicado, se enmarco detrás del navío, sigilosamente rodeo con sus ojos aquella esperanza que aún lo mantenía vivo.
Fue largo el viaje, su corazón ya no podía soportar el tiempo, apretando en su espíritu aquella lejana ilusión que lo convenció de partir detrás de ese barco, un hada madrina le concedió ese pedido desesperado, cuando lo siento llorar, gemir arrullado en el precipicio de su desaparición.
 el veía que su esperanza no terminaba de completarse, sintió dudas, miedo, dejo de creer en su hada, dejo de esperar, y se abandono a la estela, siendo llevado por las fuerzas de los motores más que por la suya, el tiempo le pesaba, la distancia parecía crecer más y más, entraba y salía de su interior recordando aquel momento, cuando una red maldita la atrapara, sentía rabia, mucho miedo.
Al fin parecía que el viaje terminaba, lentamente se fue alejando buscando ese paraíso donde su pareja estaría presa de la emoción y egoísmo humano, siento un golpe en su cuerpo, y una red lo tomo desprevenido lo fue absorbiendo hasta llevarlo a la superficie.
Cuál fue su sorpresa, allí había muchísimos como el danzando en medio de una laguna pequeña pero grande para hacer piruetas, se siento tan alejado de la realidad, de su mar, creyó que allí se terminaba su búsqueda, ya no encontraría a hortensia esta vez su vida llegaba a su fin, en medio de todos sus pensamientos y miedos vio a lo lejos un arco iris pequeño, entrañable y hermoso.
 Hortensia planeaba y saltaba con una soltura inimaginable, su belleza lo sorprendió y sintió renacer su esperanza, su cuerpo se tenso, reacciono,y nadando velozmente llego al lado de su amor, ella lo reconoció, miro el cielo, hablo con su hada madrina, agradeció a los dioses del mar, y fue velozmente a su encuentro,Arturo está nuevamente a su lado.Ya nadie podría separarlos, la luna brillo nuevamente entre los reflejos de la sal marina

martes, 29 de noviembre de 2011

UN SUEÑO

Ese día cambio mi vida, un sueño perforo mi alma 
Y mi paz, ¿premonitorio quizás?, vago en mi mente
separando mi cuerpo de mi corazón,
que lastimado huyo de prisa a esconderse.
La realidad podría matarme, igual la prefiero,
la incertidumbre va deteriorando el espíritu
y el tiempo pasa sin que nos demos cuenta.
Será verdad que los sueños son muy cercano
a la realidad porque hay similitud con ellos,
quien me lo dirá, necesito un mediador,
entre mi sospecha y la verdad hay una línea
muy delgada, necesito que la compasión
aluda y caiga sobre la verdad irrefutablemente,
por dura que sea siempre es preferible al engaño.
Estoy aquí poblado de recuerdos doblándome
en este mar insólito de nombres y personas,
que existen solo en mis sueños y aunque duela
despertar, haciendo imposible volver a la realidad
porque se siente vívido, como si fuera un evento intratable,
me duele no entender aquello que debería saber o ver.
Quizá la vida se desenvuelva con mis pesares y al des doblarse
me señale tu ingratitud, o quizá te merezca esta nueva oportunidad,
de todas maneras te sigo queriendo aunque el tiempo ya borro
los nombres, los instantes de lucha, los momentos de soledad.
Me gustaría saber hoy, que fue lo que paso ayer, cuando te fuiste
dejándome inerte, sin saber qué rumbo tomar para volver a la vida.
Te deseo lo mejor, no sufras por mí, lo que no fue
no pudo ser, desde su nacimiento se veía increíble y solitario
adiós, hasta siempre, cuando otra noche te vea tal cual te soñé.

sábado, 26 de noviembre de 2011

DIECIOCHO PATAS


Dieciocho Patas




Dieciocho Patas tiene el hombre encapuchado, pero la luna al germinar le dio diecinueve, que fatalidad… no entrar por ninguna puerta, y el mar tan lejano que jamás llegaría a él, se parece más a un escorpión, o un pulpo, es mágico cuando renueva sus tentáculos casi sin descanso.
El encapuchado es un ser invisible que no sabe nada, ni conoce el mar, es un puñado de huesos en desuso, es un ungüento maloliente de carne infectada por la maldad, está sujeto al castigo del rey, que se mordió la lengua al parir su mujer por miedo a la peste.
Quiere volar pero no posee alas, ni sabe nadar no tiene escamas, nada perdura, solo el tiempo sabe cuándo volverán los tiempos de guerra en la costa invadida, es un engaño del héroe que se puso una capucha de guardián, y miente siempre, miente para gobernar a los débiles y ignorantes.
El hombre encapuchado brioso y mal herido, se aparta del laberinto, deja fluir su desencanto, recauda más de lo debido, y parte su espada, su dinero y su lealtad con la viuda, la toma, la disfruta luego la abandona, lujurioso marcha en su corcel sin mirar atrás, sus ojos  nublados  de mal invadió su cuerpo de concupiscencia, así como un barón, se marcho al infierno de su noche, y su rey.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

UN CAMINO POSIBLE

Este es mi pecado, cruel es la carga que me atormenta noche y día, los sueños se parecen, la realidad es otro sueño igual, que desencadena mi malestar, me quiero despertar ahora, cuando aún la primavera está presente, ahora, cuando el tiempo me dejo un ramillete de claveles.

Pero lo intento y más me pierdo en este caminar sin viento, este andar sin huellas, este sentir sin corazón, porque será…  herede una carga que me persigue incontrolada, me hunde, me atormenta, sin embargo sigo presente en ese mundo ácido, donde solo el poder se olfatea, no hay un solo sorbo bebible, un solo pedazo de pan comible, todo está inerte, no fluye, solo es un tic -tac intermitente que se agota, se eleva, se maldice y se desprecia.

Un camino es posible encontrar, un sendero seguro que me ilumine, que me asista en medio de esta tormenta irascible, la confusión es falsa, el apego es el temeroso, ése, es el que fluye sin control, no hay engaño, solo un mal sueño que al despertar se irá para siempre de mis manos.


lunes, 24 de octubre de 2011

ACUARELA


Solo quería ser una nube blanca y transparente, volar por el espacio infinito de aquel limpido cielo, una canción me quito el silencio, y la visión me trajo de regreso a mi jaula de oro y plata, el ser aquel venia como todos los días a darme comida y agua, el me miraba con curiosidad como si quisiera exprimir mi cerebro, luego de un rato cuando ya la comida desaparecía se marchaba silbando la misma melodía que lo trajo.
No sé como llegue hasta aquí, pero sé que estoy muy lejos de casa, y encerrada, mis poderes no me sirven, no puedo salirme del encierro para encontrarme con mi abeja mágica, quien me llevaría de regreso, así paso mis días soñando, imaginando imágenes poderosas como una nube, también podría ser una estrella, pero ella esta mas lejos y no llegaría jamás mi sonido.
Soy una espiga de algodón, una cornea del arco iris que se disperso cuando la lluvia arrasaba, estoy varada en este sistema colosal, con las criaturas de este planeta, me caí sin pedirlo, y ahora me tienen aquí para mostrarme como una perla viviente.

Regresa ese ser con su música y poder, con muchos más como él, todos me miran y siento que murmuran cosas que no entiendo, luego me tratan de tocar pero sus manos no me pueden penetrar, sus ojos se agrandan de curiosidad no entienden, yo tampoco puedo hacerlo, solo sé que desde muy lejos participe en dar todos  los colores para ellos, y su sistema verde.
Ahora solo quisiera estar en esa nube para integrarme nuevamente a todas mis pinturas, ver la lluvia, ver el agua florecer en mil colores, sentirme así  con mi abeja mágica, parte importante de la acuarela que es mi casa.

sábado, 16 de julio de 2011

COMPETIDORES


Tan pronto desapareció del pueblo, todo perdió encanto y colorido; el brillo del poblado se fue tras  su partida como si fuera su aura, lejanos y perdidos quedaron los paisanos, su mujer, que ardió de fiebre por largos días, desapareció como él.


La desgracia emprendió un vuelo artístico sobre los amigos; fue un desafío, una catarata, que duró varios días, destruyó las almas de quienes lo amaban, fue desbastador; los jóvenes perdieron sus colores... rostros grises, saqueados, sin fuerzas.
 Cosas muy extrañas pasaron, el pánico entró por la puerta grande y llenó de miedo el lugar, nada respondía a sus mandos. El pueblo dejó de ser habitable, la noche quedó eclipsada como una vagabunda, sin nada más que hacer.


Cuando salió el sol, aquel lugar se despertó de golpe sin que sus habitantes recordaran nada, todos volvieron a sus hogares, a sus trabajos, a su vida. Lo raro de todo esto fue que quien presenció lo acontecido, y quien lo narra, se conocieron el mismo día que el pueblo se convirtió en un basurero de olvido, se contemplaron indiferentes, sabiéndose sabuesos y cuenteros de historias fantásticas.
 Ellos miraron sus manos, cada cual poseía un cuaderno y bolígrafo, herramientas de trabajo, ambos sabían la razón de su presencia allí.


Eran sabios competidores, narradores de historias. Sin embargo, un tercero  que ninguno vio jamás estaba tenso y oculto, sólo él conocía la verdadera historia, sólo el sabia su final, nadie percibió su presencia.

Los dos competidores buscaron el pasillo de la vida por donde se perdiera la mujer afiebrada.
 Su secreto estaba a salvo; ahora, podía retomar un camino de libertad; su mujer ya no lo molestaría más, la noche vagabunda la tomó a cambio de su libertad.



miércoles, 25 de mayo de 2011

SIN TITULO

Era el primer domingo de diciembre, y yo me pregunté si era verdad lo que estaba viendo:
un automóvil se detuvo, se entreabrió una puerta trasera y alguien hizo bajar a un perrito muy inquieto. “¡Bájate, Pulquete!”, ordenó una voz desde el interior. El pobre animalito
quedó desconcertado cuando el automóvil se alejó a toda velocidad. Me partió el
corazón verlo correr desesperado detrás del vehículo. Pulquete tendría unos seis o siete meses; menudito, de patas largas y pelo corto color de canela, exhibía una oreja negra de llamativo contraste. No volví a verlo hasta mucho después, pero imagino que esa noche, agotado y tembloroso, durmió acurrucado en el primer agujero que encontró. Por la mañana comenzó a buscar a sus dueños. Ese día no comió y apenas bebió un poco de agua estancada. Los días y las noches se le hacen interminables. A las dos semanas está flaco y decaído, aunque se lo puede reconocer fácilmente por su orejita negra. Como es muy joven comienza a olvidar a quienes lo arrojaron a la calle. Tal vez recuerda vagamente un patio soleado donde retozaba despreocupado. No sabe qué le pasa, pero tiene hambre y mucho miedo porque otros perros callejeros lo corren, la gente lo echa de las veredas y cuando cruza las calles, unos artefactos rugientes se le vienen encima. Pero a pesar de todo, Pulquete siente una irresistible atracción por las personas.
Cuando descubre que alguien lo mira compasivo, se le acerca tímidamente con la cabeza gacha y ojos que imploran una caricia. Pero, invariablemente, esa persona que se detuvo misericordiosa endurece la mirada y sigue su camino, no vaya a ser que el pobre animal se le adose y la siga. Diez días después de presenciar aquel acto incalificable, nuestro perro Budy, un maravilloso lanudo grandote y bonachón, de cuatro años de edad, se nos escapa, asustado por los cohetes, y se pierde. Lo buscamos días enteros por el barrio y por las calles de la ciudad, pero nuestro querido Budy no apareció. Tomás, nuestro hijo de ocho años, estaba desconsolado; nunca lo habíamos visto tan afligido. Se acercaba la Navidad y todo hacía presagiar que la íbamos a pasar con mucha tristeza. Budy se había alejado mucho de su casa. Cuando se le pasó el susto intentó regresar, pero caminó en sentido contrario y terminó en un mundo desconocido y ruidoso: el centro de la ciudad. Durante días y noches corrió desesperadamente buscando a su familia, hasta que el desaliento y el cansancio detuvieron su atolondrada carrera. Su mirada vivaz se apagó y su abundante pelaje pronto fue una maraña sucia y enredada. Un día que llovía copiosamente el pobre Budy trotaba pegado a la pared buscando algún sitio donde guarecerse cuando se topó con un cachorro flaco, asustado y empapado que se detuvo y lo miró con curiosidad. El debilucho Pulquete, al que ya se le contaban las costillas, y Budy, corpulento y greñudo, se quedaron estáticos bajo el aguacero observándose con expectación. Pulquete, con sus orejitas paradas, movió tímidamente la cola y Budy se le acercó para olerlo. Enseguida se hicieron amigos y ya no se separaron en su vagabundeo. El pequeño seguía al grande a todas partes, buscaban comida juntos y en las noches frescas se daban calor pegaditos uno con otro. Budy seguía con su idea fija de localizar su casa, obsesión que sólo olvidaba temporalmente cuando se divertía con Pulquete en el novedoso juego de perseguir automóviles y motocicletas Llegó el 24 de diciembre. Hacía ya catorce días que se había perdido nuestro perro, y desde entonces Tomás casi no hablaba ni se interesaba por nada. Mi esposa y yo, preocupados por tan prolongada apatía, decidimos llevarlo a la Misa del gallo que se celebraba a las diez de la noche en la Catedral. No sé cómo se nos ocurrió la idea, pero esa misma noche, al terminar la ceremonia, cuando todavía vibraban en nuestros corazones los conmovedores acordes de la Gloria in excelsis y los ángeles aún aleteaban sobre nuestras cabezas, comprobamos que aquella decisión no había sido casual. Al salir de la iglesia fuimos rápidamente hasta nuestro auto para llegar cuanto antes a casa, donde nos esperaban los abuelos de Tomás para la cena de Nochebuena. Iba a poner el motor en marcha cuando Tomás sale de su mutismo y me dice:
Mirá, papá, ese pobre perrito, ¡qué flaco está! Me fijo donde me señalaba mi hijo y reconozco al cachorro por su inconfundible mancha negra. Pero si es Pulquete, el cachorro que tiraron a la calle desde un auto. ¿Te acordás
que te lo conté? Fue antes de que se perdiera Budy. Qué desmejorado está, pobrecito.
Mirá como nos mira, papi, como si quisiera venir con nosotros...No, Tomás...,
no podemos...Quiero acariciarlo papá, por favor... ¡Vení, perrito...!Yo sabía que si Tomás acariciaba a ese cachorro tendríamos que llevarlo a nuestra casa. ¿Pero cómo negarle ese gesto de ternura después de lo que había sufrido? Nos miramos resignadamente con mi esposa y asentimos en silencio.Tomás bajó del auto y acarició efusivamente al cachorro. Había que verlo a Pulquete, estaba loco de alegría, movía la cola, le lamía las manos y la cara, saltaba feliz, se tiraba panza arriba. Papá, está hambriento, tenemos que darle de comer. Está bien, subilo al auto que lo llevamos a casa. Tomás, entusiasmado y feliz como no lo habíamos visto en semanas, trató de inducir al cachorro a que subiera. Pero para nuestra sorpresa, Pulquete no avanzó. Se quedó parado expectante. Tomás insistió en llamarlo pero el perrito, lejos de subir al auto amagó con alejarse. Se puso a ladrarnos como si quisiera decirnos algo. Se alejaba de nosotros, se detenía y nos ladraba. Su comportamiento era muy extraño. Tomás intentó agarrarlo pero apenas se le acercó, el cachorro corrió para volver a detenerse y a ladrarnos varios metros adelante. Tomás quería ir tras él, pero se nos hacía tarde y no podíamos perder tiempo en los caprichos de un perro desconocido. Déjalo, Tomás, es muy tarde, vamos a casa.¡Papá, por favor...! Subí, vamos a casa, está claro que no quiere venir con nosotros. Puse el motor en marcha y Tomás se largó a llorar. Pulquete había vuelto a correr y ya había doblado la esquina. Lo que sucedió a continuación todavía hoy nos emociona y no lo vamos a olvidar en nuestras vidas. El motor del auto se detuvo inexplicablemente y no hubo forma de hacerlo arrancar. “¿Qué pasó?, me dije inquieto, ¿Se habrá ahogado? Sí, seguro...; bueno, paciencia, tendremos que esperar un poco”. Tomás lloraba en el asiento trasero y adiviné que mi esposa, con la cara vuelta hacia la ventanilla, también dejaba correr algunas lágrimas silenciosas. En eso oímos unos ladridos familiares. ¡Papá, papá! gritó Tomás
¡Mirá! ¿Ese no es Budy? ¡Por el amor de Dios, sí, es Budy, es Budy! exclamó mi esposa¡Era Budy ! Había reconocido el automóvil y venía corriendo desde la esquina a toda velocidad.
Y detrás de él, ladrando entusiasmado, venía Pulquete, el cachorro abandonado que no quiso abandonar a su amigo y por eso había tratado de hacernos entender que debíamos esperarlo hasta que él lo fuera a buscar. Y adivinen qué pasó cuando los dos perros estaban ya dentro de nuestro automóvil y todos llorábamos y reíamos de alegría: el motor arrancó apenas giré
la llave. Fue como si algún ángel de Navidad, un ángel tal vez de los animales, ¿por qué no?, hubiera dicho con una dulce sonrisa: “Bueno, ahora sí se pueden ir todos a

Era el primer domingo de diciembre, y yo me pregunté si era verdad lo que estaba viendo:
un automóvil se detuvo, se entreabrió una puerta trasera y alguien hizo bajar a un perrito muy inquieto. “¡Bájate, Pulquete!”, ordenó una voz desde el interior. El pobre animalito
quedó desconcertado cuando el automóvil se alejó a toda velocidad. Me partió el
corazón verlo correr desesperado detrás del vehículo. Pulquete tendría unos seis o siete meses; menudito, de patas largas y pelo corto color de canela, exhibía una oreja negra de llamativo contraste. No volví a verlo hasta mucho después, pero imagino que esa noche, agotado y tembloroso, durmió acurrucado en el primer agujero que encontró. Por la mañana comenzó a buscar a sus dueños. Ese día no comió y apenas bebió un poco de agua estancada. Los días y las noches se le hacen interminables. A las dos semanas está flaco y decaído, aunque se lo puede reconocer fácilmente por su orejita negra. Como es muy joven comienza a olvidar a quienes lo arrojaron a la calle. Tal vez recuerda vagamente un patio soleado donde retozaba despreocupado. No sabe qué le pasa, pero tiene hambre y mucho miedo porque otros perros callejeros lo corren, la gente lo echa de las veredas y cuando cruza las calles, unos artefactos rugientes se le vienen encima. Pero a pesar de todo, Pulquete siente una irresistible atracción por las personas.
Cuando descubre que alguien lo mira compasivo, se le acerca tímidamente con la cabeza gacha y ojos que imploran una caricia. Pero, invariablemente, esa persona que se detuvo misericordiosa endurece la mirada y sigue su camino, no vaya a ser que el pobre animal se le adose y la siga.Diez días después de presenciar aquel acto incalificable, nuestro perro Budy, un maravilloso lanudo grandote y bonachón, de cuatro años de edad, se nos escapa, asustado por los cohetes, y se pierde. Lo buscamos días enteros por el barrio y por las calles de la ciudad, pero nuestro querido Budy no apareció. Tomás, nuestro hijo de ocho años, estaba desconsolado; nunca lo habíamos visto tan afligido. Se acercaba la Navidad y todo hacía presagiar que la íbamos a pasar con mucha tristeza. Budy se había alejado mucho de su casa. Cuando se le pasó el susto intentó regresar, pero caminó en sentido contrario y terminó en un mundo desconocido y ruidoso: el centro de la ciudad. Durante días y noches corrió desesperadamente buscando a su familia, hasta que el desaliento y el cansancio detuvieron su atolondrada carrera. Su mirada vivaz se apagó y su abundante pelaje pronto fue una maraña sucia y enredada. Un día que llovía copiosamente el pobre Budy trotaba pegado a la pared buscando algún sitio donde guarecerse cuando se topó con un cachorro flaco, asustado y empapado que se detuvo y lo miró con curiosidad. El debilucho Pulquete, al que ya se le contaban las costillas, y Budy, corpulento y greñudo, se quedaron estáticos bajo el aguacero observándose con expectación. Pulquete, con sus orejitas paradas, movió tímidamente la cola y Budy se le acercó para olerlo. Enseguida se hicieron amigos y ya no se separaron en su vagabundeo. El pequeño seguía al grande a todas partes, buscaban comida juntos y en las noches frescas se daban calor pegaditos uno con otro. Budy seguía con su idea fija de localizar su casa, obsesión que sólo olvidaba temporalmente cuando se divertía con Pulquete en el novedoso juego de perseguir automóviles y motocicletasLlegó el 24 de diciembre. Hacía ya catorce días que se había perdido nuestro perro, y desde entonces Tomás casi no hablaba ni se interesaba por nada. Mi esposa y yo, preocupados por tan prolongada apatía, decidimos llevarlo a la Misa del gallo que se celebraba a las diez de la noche en la Catedral. No sé cómo se nos ocurrió la idea, pero esa misma noche, al terminar la ceremonia, cuando todavía vibraban en nuestros corazones los conmovedores acordes del Gloria in excelsis y los ángeles aún aleteaban sobre nuestras cabezas, comprobamos que aquella decisión no había sido casual. Al salir de la iglesia fuimos rápidamente hasta nuestro auto para llegar cuanto antes a casa, donde nos esperaban los abuelos de Tomás para la cena de Nochebuena. Iba a poner el motor en marcha cuando Tomás sale de su mutismo y me dice:
Mirá, papá, ese pobre perrito, ¡qué flaco está! Me fijo donde me señalaba mi hijo y reconozco al cachorro por su inconfundible mancha negra. Pero si es Pulquete, el cachorro que tiraron a la calle desde un auto. ¿Te acordás
que te lo conté? Fue antes de que se perdiera Budy. Qué desmejorado está, pobrecito.
Mirá como nos mira, papi, como si quisiera venir con nosotros...No, Tomás...,
no podemos...Quiero acariciarlo papá, por favor... ¡Vení, perrito...!Yo sabía que si Tomás acariciaba a ese cachorro tendríamos que llevarlo a nuestra casa. ¿Pero cómo negarle ese gesto de ternura después de lo que había sufrido? Nos miramos resignadamente con mi esposa y asentimos en silencio.Tomás bajó del auto y acarició efusivamente al cachorro. Había que verlo a Pulquete, estaba loco de alegría, movía la cola, le lamía las manos y la cara, saltaba feliz, se tiraba panza arriba. Papá, está hambriento, tenemos que darle de comer. Está bien, subilo al auto que lo llevamos a casa. Tomás, entusiasmado y feliz como no lo habíamos visto en semanas, trató de inducir al cachorro a que subiera. Pero para nuestra sorpresa, Pulquete no avanzó. Se quedó parado expectante. Tomás insistió en llamarlo pero el perrito, lejos de subir al auto amagó con alejarse. Se puso a ladrarnos como si quisiera decirnos algo. Se alejaba de nosotros, se detenía y nos ladraba. Su comportamiento era muy extraño. Tomás intentó agarrarlo pero apenas se le acercó, el cachorro corrió para volver a detenerse y a ladrarnos varios metros adelante. Tomás quería ir tras él, pero se nos hacía tarde y no podíamos perder tiempo en los caprichos de un perro desconocido. Dejalo, Tomás, es muy tarde, vamos a casa.¡Papá, por favor...! Subí, vamos a casa, está claro que no quiere venir con nosotros. Puse el motor en marcha y Tomás se largó a llorar. Pulquete había vuelto a correr y ya había doblado la esquina. Lo que sucedió a continuación todavía hoy nos emociona y no lo vamos a olvidar en nuestras vidas. El motor del auto se detuvo inexplicablemente y no hubo forma de hacerlo arrancar. “¿Qué pasó?, me dije inquieto, ¿Se habrá ahogado? Sí, seguro...; bueno, paciencia, tendremos que esperar un poco”. Tomás lloraba en el asiento trasero y adiviné que mi esposa, con la cara vuelta hacia la ventanilla, también dejaba correr algunas lágrimas silenciosas. En eso oímos unos ladridos familiares. ¡Papá, papá! gritó Tomás
¡Mirá! ¿Ese no es Budy? ¡Por el amor de Dios, sí, es Budy, es Budy! exclamó mi esposa¡Era Budy ! Había reconocido el automóvil y venía corriendo desde la esquina a toda velocidad.
Y detrás de él, ladrando entusiasmado, venía Pulquete, el cachorro abandonado que no quiso abandonar a su amigo y por eso había tratado de hacernos entender que debíamos esperarlo hasta que él lo fuera a buscar. Y adivinen qué pasó cuando los dos perros estaban ya dentro de nuestro automóvil y todos llorábamos y reíamos de alegría: el motor arrancó apenas giré
la llave. Fue como si algún ángel de Navidad, un ángel tal vez de los animales, ¿por qué no?, hubiera dicho con una dulce sonrisa: “Bueno, ahora sí se pueden ir todos a casa a celebrar
la Nochebuena" Desconozco su autor


viernes, 6 de mayo de 2011

INEXISTENTE PERSONAJE


Para poder comunicarme con el pequeño personaje que habita en el condado de los primitivos, trate de ser simplemente una más de ellos, ligarme a su lenguaje, única forma de expresión del espíritu que podía darme la oportunidad de un acercamiento.
Era un ser de mediana estatura su figura irregular parecía de otro mundo, claro que era humano pero el tenia movimientos desconocidos, en cuanto al lenguaje nunca creí escuchar algo tan mímico, fónico poco entendible, pero mi curiosidad estaba en lo más alto de mi esfera central ,y allí no quería quedarse.
Mediante gestos trate al principio de hacerme entender, pero todo fue en vano, el pequeño me tenia fobia, yo sentía su miedo , me lo transmitía, su rostro pequeño y deforme tenía el color de la hoja mustia, sus ojos de indefinido color miraban rígidos justo a mi iris, eso me ponía un poquito a la defensiva, no era que le tuviera miedo solo respecto por lo desconocido, pero seguía viva mi curiosidad, seguí avanzando en mi deseo de estar más cerca para observarlo más claro, su figura era bonita sin deformaciones, todo él era muy pequeño, es mas... era gracioso, muy especial de piel más rosada; 
A medida que me acercaba el se alejaba y así por varios minutos fue nuestra comunicación un accionar de marchas y contramarchas, al final se quedo quieto, yo también, los dos en un estado de atención, de espera, desafiaste me miraba, yo, desde mi posición no deje que nunca me dominara con su mirada penetrante, trate de mantener la calma hasta último momento, creí que podía con él, si creí ----el estaba muy molesto, oí el grito como salido desde el fondo de un profundo pozo, me sentí arrastrada con fuerza bruta, quede ciega en medio de la nada, el viento me arrastraba, pensé que absurda, mi corazón latía frenético, se me borro el paisaje, la memoria, el lugar y mi nombre.